Ópera «Romeo y Julieta» de Charles Gounod en el MET 2024

Todos hemos sido Romeo. Todos hemos sido Julieta. Quien no se ha enamorado intensamente no se ha enamorado bien. Quien no vivió el amor joven no sintió su versión más fuerte, emoción pasional, querer darlo todo para no terminar de amar. Conocemos esta historia en todas sus formas, nos la han repetido hasta el cansancio. Tantas versiones hay en cine, en teatro contemporáneo, en música y en ópera. Pero no hay ninguna versión de este último arte que respete tanto la obra de Shakespeare y que sea tan hermosamente sublime como la de Charles Gounod. Con «Romeo y Julieta», para muchos, compuso su obra maestra, superando tal vez a su inmortal Fausto. Para algunos se trata solamente de algunos dúos unidos entre sí, y a lo mejor sí es una ópera de dúos, pero qué dúos tan tremendos. Para todos se deja a un lado el contexto social, pero ¿qué importa? A veces sólo vamos a la ópera para querer volver a sentir. En este caso, desear regresar a ser jóvenes y amar como antes se amó, sin muros levantados a nuestro alrededor. Gounod utiliza la música para envolverlos e irnos seduciendo, a través de ese leitmotiv que se despierta desde la escena del balcón y que se prolonga por las casi tres horas hasta el final, justo cuando la orquesta estalla haciendo llorar cada instrumento en todas sus notas. Nos recuerda a Tristán e Isolda de Wagner, y no sólo por este elemento continuo en la orquestación, sino también por la historia. Sólo el amor puede consumarse de noche, únicamente a la noche clara los amantes, el beso y los cuerpos, antes de que llegue el amanecer (la noche: la unión / el día: atentando contra ellos). En la música escuchamos influencia también, además de Wagner, de Mendelssohn, e incluso podemos anticiparnos a la música de Massenet. Se percibe la experiencia previa de Gounod en sus misas que compuso, y además somos testigos del sello que le puso la mano del gran Bizet, pupilo de Gounod, quien ayudó a componer las partes del recitativo a solicitud de éste. «Romeo y Julieta», obra del romanticismo operístico en todos los sentidos, formó parte de la actual temporada del MET con dos protagonistas de enorme talla: La bellísima y potentísima Nadine Sierra que logra unas acrobacias que traspasan el terreno de lo posible, y que deja de ser Nadine para convertirse de verdad en Julieta (Julieta poseída, con una voz poseída que alcanza a tocar la frontera con la muerte); y del otro lado, en Romeo, una voz que se ha ido descubriendo y colocado de poco en poco en las primeras ligas, la voz que proviene desde el diafragma pero también de las vísceras del gran tenor francés Benjamin Bernheim. Esta puesta ha dado mucho de qué hablar. Y nos comprueba que no sólo Romeo y Julieta, sino Shakespeare, el teatro de Shakespeare, siempre podrá tener el mismo discurso en cualquier tiempo y en cualquier espacio. Porque el teatro es espejo, es diálogo. Así que el más grande dramaturgo de todos los tiempos seguirá estando siempre presente, hablándonos de temas que prevalecerán mientras continuemos como hombres sintiendo, luchando, complicándonos, situados en la frágil batalla entre el bien y el mal, pero, ante todo, no siendo capaces de ignorar el sentimiento más grande que se nos ha dado; sino al contrario: poseerlo, dejarnos consumir por él, y amar. Simplemente amar.

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